jueves, 12 de enero de 2012

La mujer no puede enfermar!

La mujer no puede enfermar!
Una simplemente escribe. Porque pasó algo funesto, porque necesita nuevos mundos, porque está cansada, necesita aire y no tiene tiempo de buscarse un amante.
Una escribe en su cabeza la gran historia que jamás toca el papel. Una espera que la inspiración se instale cuando nadie ronde la casa, todo esté en orden y la vida transcurra apaciblemente... Sin embargo la musa no entiende de deseos ni espacios vacíos y llega, cuando se le canta.
Pasa lo mismo con la creación. Una supone que la historia de su mente se desarrollará en el papel bajo determinados lineamientos. No sucede. En mi caso, por ejemplo, no imaginé hacer reir a alguien. Jamás. Por el contrario, siempre me he reído de mi mísma, tarea más bochornosa que liberadora, por cierto.
Los libros de autoayuda celebran el “reir de uno mismo” como si la pelotudez humana resolviera alguna cuestión trascendental con esta fatídica “REVELACION”. Tampoco sucede. Y ya que estamos en cosas que no suceden, puedo contar como casi termina un noviazgo/concubinato fantástico!
Bien sabemos que la mujer no puede enfermar. Y, menos (como me ocurrió a mi) por una semana.
Una semana en cama es el tiempo exacto en el que comprobé que mi madre tiene razón: “la mujer no puede enfermar”. No sólo porque el polvillo no se toma vacaciones, sino más bien porque todas las cosas que dependen de una se vuelven desesperantes.
En mi caso el polvillo comenzó a hacer estragos ese mismo día,  o será que me senté, por primera vez, a observarlo y descubrí que es mágico, como decía Nico.
La vida diaria hace que la gamuza pase por encima de los muebles incontables veces, en forma automática y sin registro, de manera que, horas de reposo le dieron piedra libre al  maldito volátil.
Al segundo día me levanté desautorizando, por supuesto, la orden de reposo y limpié el primer mueble. No fue tan fácil: el cansancio resultante del combate antibióticos – gérmenes generó un efecto zigzag de la limpieza a la cama entre cada mueble...
Gracias al celular (bendito sea el ser galáctico que lo creó!!!) suspendí las clases y organicé las disculpas para toda la semana de inactividad y para la siguiente, en la que debía reincorporarme.
El lunes subsiguiente y sin demora, la amoxicilina se hizo cargo  de descargarme las baterías y cambiarme los phs, con desgracias imaginables. Médico va, médico viene, una vez levantada y casi viva: retomé la relación de pareja y saqué las papas del fuego.
No puedo olvidar aquellos planteos existenciales en los que me sumergí, por voluntad propia y por estar, convalescientemente sola. Lo sé : La soledad y el aburrimiento siempre fueron malas compañías. Pero sumados al desgano propio de las enfermedades que se curan con reposo y antibióticos, son trágicos.
Mi enamorado recibió todos los reproches, al tiempo que yo  descubría una nueva mujer en mí: el clásico femenino de mujer descontenta que jamás había salido a la luz.
Además de no poder pintar, ni leer, ni escribir, ni ordenar, ni bailar, ni adelantar trabajo, además del desgano y la falta de vitalidad, además del desorden emocional que generé, se moretoneó la columna de estar siempre en la misma posición. Un espanto!

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