miércoles, 22 de febrero de 2012

jueves, 2 de febrero de 2012

Iemanja!

Alfahzema, flores celestes y blancas, mujeres vestidas de blanco con arreglos florales, pescadores que llegan a la costa del mar a buscar esos pedidos y agradecimientos y los llevan mar adentro...
Iemanja! Te pedimos por nuestra salud, por el amor, por la paz, por la abundancia... Y te agradecemos por todo lo que nos haz dado!

Compatibilizar?

Una serie de eventos desafortunados es una película que ya ni recuerdo. Sin embargo, resulta que ese título quedó repiqueteando en mi cabeza. Es exactamente lo que sucedió por estos días: una seguidilla de sucesos que me empastaron el alma y logren que no vuelva a ser la misma.
Como dice mi terapeuta, es más fácil vivir con este dique que he construído para lo emocional y seguir viviendo de manera perfecta, en un mundo perfecto, con finales felices y lágrimas pochocleras. La vida era otra cosa y yo no estaba dispuesta a darme cuenta. Entonces sucede que me disparan un par de shots al dique y decido seguir controlando la situación. Compro masilla epoxi, tapo la grieta, relleno con materiales de alta calidad, que he recolectado a través de los años y sigo adelante. No paro. No quiero ver. Y alguien, algo, en lo que definitivamente no creo, o que definitivamente no puedo aceptar, decide poner una molotov en el fondo del dique. Y lo destruye.
Todo lo que pasa después es sólo desborde. El cauce ya no existe. Todo se sale de la vaina. Se zafa la chaveta. Pierdo el eje. Y acá estamos.
Un gran amigo me ha dicho que mi mayor enemigo soy yo. Tal vez todos seamos nuestros peores enemigos. No lo sé. Pero estoy segura que si alguien puede destruirme, esa soy yo. Eso hice. Como si no quedaran más opciones me perdí. Esta especie de identidad que parece no querer reconstruirse nace de aquí.
Como racionalmente sigo entiendo cómo funcionan las cosas decido ponerme a trabajar sobre lo que me falta. Y me siento Sheldon Cooper, un personaje de lo más recomendable, con el que lamentablemente no comparto el CI, pero al que de alguna manera siempre he entendido. Sheldon carece de habilidades sociales. Yo carezco de habilidad emocional. En algún momento decidí que no iba a sufrir nunca más, que iba a controlar lo incontrolable, que haría perfecto lo imperfecto y que las cosas de la vida eran perfectibles y me puse a trabajar en ello. No sucedió.
Tengo una imagen. Un niño de pocos años regresando del velorio de un tío muy querido. Con una radio en sus manos, una radio vieja que su tío le había arreglado, pensando en no sufrir nunca más, por nada.
Hete aquí que descubro, pensando, con mi bendita mente que adoro, que tengo un problema de adaptación. Y gesto la idea de comenzar a compatibilizar. Voy a tener que transar conmigo. Voy a tener que negociar hasta dónde y en qué momento voy a dejar de hacerme la que no sé nada de lo que siento y seguir como si mi vida fuera lo perfecta que creo.
Compatibilizar cómo. En eso estoy. Ya no puedo volver a esa identidad que he armado. Tal vez pierda gente en el camino. Estoy segura que muchas cosas van a cambiar. Pero me parece que sin fuerzas, o con ellas, debo hacerlo.

Si dijera cómo arrancar sería la de antes y eso lo tengo probado. Si quisiera estipular los costos de esto que estoy haciendo me iría mal. Tampoco puedo venderme la cantaleta del “fluir”, no es creíble. Lo único que puedo hacer es compatibilizar, empezar una empresa conmigo misma. Y ver qué pasa.