martes, 16 de abril de 2013

Sonreir. Saludar. Agradecer.


Una buena dentadura, en otros tiempos, era señal de buena cuna. La posibilidad de mantener los dientes saludables y aseados fue, antaño, privilegio de pocos. Hoy, nuestros seres mediáticos, reemplazan por postizos hiperblancos, ficticios, sus teclas. Los simples mortales acudimos al odontólogo, usamos dentífricos especiales, enjuagues bucales, sprays de mentol, nos hacemos tratamientos, limpieza, en definitiva, nos ocupamos de nuestra sonrisa. Lo que descuidamos, en estos tiempos, es sonreir. La sonrisa ha caído en desuso y la reservamos para la farsa y el escondite, sin pensarla como un arma de conexión con los demás en buenos términos.
El famoso cuadro de Leonardo ha suscitado innumerables consideraciones. Desde el Gaturro de Nik,  pasando por la sonrisa impostada del Guasón, sin olvidar la carita áspera de Red John, la sonrisa representa, simboliza un algo, más allá, indicado en el contexto tal vez, reforzándolo a veces, negándolo otras veces, incluso desarmándolo demasiadas veces.
Reivindiquemos la sonrisa auténtica, genuina, la sonrisa al ser querido, al desconocido, la sonrisa del desarme, de la rendición, de la inocencia. Volvamos a sonreir con las mejillas coloreadas frente a un nuevo amor. A responder la sonrisa nueva de un bebito. A contestar a un extraño, junto con un “buenos días”, “hasta luego”, “buenas tardes”, o sólo “buenas”.
Decir “hola”, al llegar, sin importar la hora. Un “bienvenidos” al recibir amigos. Un “que tengas buen día” al colgar el teléfono. Un “adiós” al señor del kiosco de revistas. Un “nos vemos” al nuevo cliente. 
Me gusta ir por la vida llevándome bien con la gente, o simplemente creyendo que me llevo bien. O por lo menos sabiendo que me llevo. Que no me da lo mismo. A veces por cordialidad, por mantener las formas.
 Hay gente que jamás volveré a ver: un chofer de un tren en un sólo tramo, un amor que despedí, alguien que se fue y nunca más volvió, y les juro que lo único que me importa es haberles dicho: “que la magia te acompañe”.
Y en esa magia que les deseo, está el agradecimiento, que nos cuesta tanto reconocer. Como dice una amiga, “cuando es una crítica se hace públicamente, y cuando es un agradecimiento se manda un correo personalizado”. Como fuere, desearía más pancartas de gracias y menos notitas internéticas. Más palabras a tiempo y menos después de meses. Por estas cositas procuro decir “gracias” tan a menudo como puedo a la gente que me atiende,  me soluciona algo, me escucha,  me da una visión personal sobre algo,  comparte un ratito, o muchos ratitos, que me llama,  me desliza una palabra de aliento, me enseña, me dirige, a mis mentores, mis amores, mis amigos, en resumidas cuentas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario